miércoles, 15 de mayo de 2013

HISTORIA DE MADRID


 Pequeña historia de la Comunidad de Madrid
 HISTORIA C. MADRID
El nacimiento de una fortaleza
La historia de Madrid no es cosa sencilla. A lo largo de los siglos ha sido aldea, villa, ciudad de descanso de reyes, capital y, en la actualidad, la Comunidad Autónoma más joven del Estado. Son muchas las poblaciones que forman parte de esta Autonomía con una historia muy ligada a la trayectoria de Castilla. Pero, como todas las historias, lo mejor será empezar por el principio, y cuando nos referimos a Madrid, el verdadero principio se sitúa alrededor de la segunda mitad del siglo IX, cuando Muhammad I, hijo de Abderraman II, elige la zona donde hoy está situada la ciudad para levantar una fortaleza defensiva contra los ataques cristianos. Aunque, será mejor ir un poco más atrás, a la prehistoria, hace unos 200 mil años, cuando el valle del Manzanares estaba poblado por cazadores que perseguían caballos, toros salvajes, ciervos e incluso elefantes e hipopótamos. Estos cazadores nómadas del Paleolítico dieron paso a una vida más sedentaria durante el Neolítico. De ambas épocas se conservan restos de las herramientas usadas por estos antepasados que, sin embargo, no llegaron a fundar ningún enclave permanente

 Ya en la época de los romanos, Madrid no existió más que como zona de tránsito, aunque Complutum, la actual Alcalá de Henares, fue una ciudad poderosa durante muchos años. Con los visigodos, la región  perdió importancia y su población se dispersó en pequeñas aldeas, aunque Alcalá de Henares fue designada sede episcopal en el siglo V, y recuperó su esplendor durante el Siglo de Oro, convertida en foco de cultura.
Así pues, la villa de Madrid nació como un núcleo de población musulmana en los tiempos en que los mahometanos ocupaban gran parte de la península. Mayrit o Magerit, como la denominaban entonces
los cronistas árabes, fue escogida por su estratégica situación. Situada en una zona elevada, con un río, el Manzanares, que aportaba el suministro de agua, rodeado de tierras aptas para el cultivo y con bosques con madera suficiente para la leña y la construcción de viviendas, la ciudad vivía a la sombra de otras ciudades por aquella época mucho más importantes, como Córdoba o la misma Toledo. Mayrit tenía peso como fortaleza militar, destacando en su defensa de Toledo por delante de otros dos enclaves militares de peso. La población era mayoritariamente guerrera y religiosa, aunque con el tiempo fueron llegando mercaderes, artesanos y campesinos que aseguraban el abastecimiento de la naciente villa.
Fue a mediados del siglo XI, dos siglos después de la construcción del alcázar, cuando Madrid alcanzó su máximo esplendor islámico, gracias a los pactos de no agresión entre el rey musulmán de la Taifa de Toledo y el monarca castellano. Se produjo un aumento de la población civil y la fama de la fortaleza madrileña dio paso a la fama de su mercado, situado en el exterior de las murallas, las primeras de su historia. Fue en ese mismo siglo, en el año 1083, cuando el rey castellano Alfonso VI arrebató la ciudad a los árabes, según algunas crónicas gracias al pacto secreto que realizó
con el monarca musulmán Alcadir a cambio de ayudar a éste a ganar el reino de Taifa de Valencia. También cayeron Alcalá, Talavera y Oreja, de forma casi automática, y Toledo, la capital de la taifa. Todas estas poblaciones se anexionaron al reino de Castilla. Bajo el reinado cristiano, Madrid se convirtió en una población mayoritariamente mudéjar, que era como se llamaba a los musulmanes que habitaban bajo control cristiano. La repoblación cristiana de la zona quedó suspendida durante el periodo de irrupción de los almorávides en la península. Los almorávides eran guerreros africanos, fieles seguidores de los principios islámicos, que llegaron a auxiliar a los reinos de taifas andalusíes en su lucha contra los castellanos.
En el año 1110 Madrid volvió a manos musulmanas, aunque por poco tiempo, pues los
almorávides fueron perdiendo terreno y a mediados del siglo XII la zona de la meseta central, la Marca Media, volvió a manos cristianas, incluida Madrid, que quedó definitivamente integrada en Castilla
 La era cristiana
Durante todo el siglo XII continúa la repoblación, pero habrá que esperar un siglo más para que la huella militar se diluya completamente de la villa madrileña. A partir de este momento, a finales de la Edad  Media, las antiguas murallas defensivas de la época musulmana se ampliaron y sirvieron para un propósito muy distinto para el que fueron concebidas: controlar la fiscalidad de las mercancías que, cada vez con mayor frecuencia y cantidad, afluían al mercado de la ciudad. Las entradas a la ciudad estaban controladas, y ahora lo estaban también las mercaderías.
Fue también en el siglo XIII, en el año 1202, cuando Alfonso VIII concedió a la villa una serie de normas para resolver los problemas cotidianos. Madrid ya había contado con un fuero similar al de Toledo desde 1118, la primera legislación que recibía la ciudad. No hay constancia documental, sin embargo, de cuando se estableció la primera organización municipal en Madrid, pero sí sabemos que fue durante el reinado de Alfonso VII cuando comenzó a funcionar una primitiva organización, que daría lugar, más tarde, al Concejo de Madrid. También sabemos que en 1262 Alfonso X concedió a la ciudad un nuevo Fuero Real, ratificado en 1339 por Alfonso XI, mientras otras localidades, como Alcalá de Henares, quedaron bajo el dominio feudal o eclesiástico. Pocos años después, en 1348, el Concejo fue sustituido por el regimiento, órgano que otorgaba mayor posibilidad de control por parte de la monarquía, ya que eran los reyes quienes nombraban a los regidores. Así sucedió también en el resto de Castilla.

Llegamos al siglo XIV. Como en otras ciudades castellanas, la autoridad y el poder en Madrid lo
ostentaban unas cuantas familias, que gobernaban básicamente en su propio beneficio. Esta situación
dio lugar a muchos conflictos, no solo entre la población y las familias dominantes sino también entre la villa de Madrid y las aldeas y pueblos que la rodeaban y formaban parte de lo que entonces se denominó la Tierra de Madrid, primer embrión administrativo de la Comunidad. Reproduciendo el sistema feudal a escala mayor, la villa ejercía su papel de señor mientras las aldeas constituían la servidumbre. Por supuesto, las tensiones entre las aldeas que constituían la Tierra y la ciudad de Madrid eran inevitables por la carga fiscal que ésta imponía a las pequeñas poblaciones.
A estos conflictos había que sumarles los que existían entre los señores feudales y la iglesia, propietaria de muchas tierras otorgadas por la corona durante la repoblación cristiana. Durante todo el periodo medieval, Madrid mantuvo una población bastante estable. La producción en la zona se limitaba a algunas manufacturas y al cultivo de cereales. Fue un periodo en el que Madrid, a pesar de ser ya villa, mantuvo actividades económicas propias del medio rural, algo que se mantuvo
aún por un tiempo. No olvidemos que la ciudad aún no había arrebatado la capitalidad del reino a Toledo, que seguía siendo la ciudad más importante de Castilla.

Del Medioevo a la Edad Moderna
El año 1508 abrió sus puertas la Universidad Complutense de Alcalá de Henares, bajo los auspicios
del cardenal Cisneros. Mientras tanto, lugares como El Pardo, que llevaban desde el siglo XIV como
plaza favorita de los monarcas para descansar y practicar la caza, empezaron a ser cada vez más frecuentados por la corona desde que los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, impulsaran la construcción del palacio Real de Aranjuez. En 1561 Felipe II designó a Madrid como sede de la Corte y le concedió la capitalidad, cuando ya hacía algún tiempo que las Cortes de Castilla se reunían en la ciudad con cierta asiduidad. Poco después, en 1564, Felipe II ordenó la construcción de una de las mayores joyas arquitectónicas de la Comunidad, el monasterio de San Lorenzo del Escorial, muy cerca del Palacio Real. Fue también en  estos años, en 1566, que se construyó la tercera muralla de la historia de la ciudad. Y todavía hubo una cuarta, construida en 1625, durante el reinado de Felipe IV, que se mantuvo hasta mediados del siglo XIX. Madrid heredó de aquellas murallas fragmentos esparcidos por puntos concretos de la ciudad y el apelativo de «gatos» a los madrileños, por la manera en que éstos trepaban por los altos muros. Que Madrid se convirtiera en capital significaba,
también, que las tierras colindantes iban a dependerde ella económicamente, aunque aún estaba lejos de ser una entidad administrativa común. Era los tiempos del imperio, del que se decía que «nunca se ponía el sol», en alusión a la cantidad de colonias que la corona española tenía repartidas por el mundo. La economía de la ciudad se alimentaba entonces, básicamente, de la riqueza que la corona extraía de sus colonias e invertía en la villa. Se invertía más de lo que se recaudaba, de ahí las quejas del resto de poblaciones de la Tierra, que veían el trato desfavorable que recibían.

La Ilustración
Durante el siglo XVIII Madrid aún carecía de una administración para el territorio circundante que
pudiera llamarse así. El rey Felipe V creó, a escala nacional, una figura administrativa llamada Intendencia, pero eso tampoco resolvió el problema de las tierras madrileñas. La dispersión territorial y administrativa afectaba a cuestiones tan elementales como el abastecimiento de la ciudad, que en este siglo ya era la más habitada de la península. Otro problema, no menos grave, era el crecimiento imparable de la capital, que absorbía el mayor volumen de renta procedente de todo el país, mientras que las tierras madrileñas, en manos de la iglesia o de algunas familias señoriales, se iba  empobreciendo cada vez más. Para continuar con el capítulo de faltas, a Madrid le hacía falta estar comunicada con el resto de poblaciones, pero en ese momento los caminos confluían aún en la
antigua capital, Toledo. No fue hasta el siglo XVIII,  bajo el reinado de Carlos III, que Madrid se convirtió en punto neurálgico de todas las comunicaciones y empezó a transformarse, realmente, en una capital. El Madrid Imperial era una preciosa ciudad barroca de la que ha llegado a nuestros días apenas una pequeña muestra, y sin el entorno original que la embellecía más aún.
Pero si algo no ha cambiado y se ha mantenido desde aquel Madrid al de nuestros días es que siempre
fue una ciudad de acogida, de inmigrantes llegados de todas partes para hacerla crecer con su trabajo
y esfuerzo. Durante la época imperial, la capital tenía entre la mitad y las tres cuartas partes de su población nacida en otras provincias del Estado, lo que favorecía que la ciudad fuera un maravilloso mosaico social y cultural que se ha ido manteniendo a través del tiempo.

 EDAD MODERNA: MADRID CAPITAL DE ESPAÑA
La capital del Estado Desde que en 1561 Madrid fuera nombrada sede de la Corte, la ciudad creció desordenadamente, y así continuó durante los dos siglos posteriores, hasta llegar al siglo XIX. Solo el reinado del ilustrado rey Carlos III introdujo mejoras perceptibles en la capital, abriendo nuevas avenidas, introduciendo el alumbrado público y construyendo nuevos monumentos. Sin embargo, con el tiempo aquella maravillosa ciudad barroca estaba oscureciendo por la construcción sin control, por la insalubridad de sus calles, la oscuridad de sus callejones, la suciedad, la poca higiene en las casas populares. Los desastres de la guerra de la Independencia (1808) —que tuvieron en Madrid uno
de sus episodios más sangrientos
y heroicos con la sublevación del pueblo contra las tropas ocupantes
francesas—, la quiebra financiera de la monarquía absolutista y la dominación que aún sufría la ciudad por parte de nobleza y clero provocaron que en los años 30 del siglo XIX se originaran brotes de hambruna y enfermedades, como la cólera, que se llevaría a más de 4.000 personas. La población siguió creciendo, lo que llevó a la construcción de nuevas casas, viviendas para los recién llegados. A partir de 1840 Madrid recibió un nuevo impulso gracias a su incipiente fundación como capital de un estado liberal, lo que le permitió construir nuevas infraestructuras (carreteras, alcantarillado, recogida de basuras, alumbrado eléctrico, mejora del aspecto de la ciudad en general, construcción del Canal de Isabel II...) y mejorar los transportes. A partir de 1850 Madrid fue creciendo por tres de sus cuatro costados, pero esta vez de una forma ordenada. En 1860 la muralla o cerca de Felipe IV fue  desbordada, y empezaron a construirse los ensanches.

EDAD CONTEMPORÁNEA EN MADRID
 La Edad Contemporánea La revolución de 1868 se resolvió en la proclamación de la I República, aunque en 1874 se restauró la monarquía. La huella que dejó en Madrid ese breve periodo democrático fueron algunas obras de infraestructura y muchos derribos. A finales del siglo XIX la
capital vivió un momento de esplendor en el ramo de la construcción, una de las industrias más prósperas de la ciudad; no dejaban de llegar inmigrantes y la población aumentó un 66% en menos de 30 años. Los arrabales de la villa crecían sin control y sin las mínimas condiciones de salubridad, lo que acabó siendo uno de los problemas que más preocupaban a la sociedad de entonces. Entre la población empezaron a destacar dos nuevas clases: los intelectuales y los profesionales (arquitectos, ingenieros, abogados, etc.). Antes de que acabase el siglo, en 1883, España se dividió en provincias y el territorio de Madrid se conformó tal y como lo conocemos en la actualidad.
El siglo XX comenzó bien para Madrid, que fue escogida por el capital financiero como sede para instalarse. Esta actividad económica dio un nuevo y renovado impulso a la ciudad, que incrementó su actividad comercial y de servicios. Los nuevos inmigrantes ya no eran solo obreros, servicio doméstico y gente sin calificación. También llegaron científicos, arquitectos, investigadores, escritores, músicos, filósofos e incluso pintores. Era la época en la que paseaban por Madrid personalidades como Pío Baroja, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Zenobia Camprubí,
Manuel de Falla, Ramón y Cajal, Mª Dolores León, Lorca, Margarita Xirgu, Salvador Dalí, Luis
Buñuel, etc. Tres generaciones intelectuales, la del 98, la del 14 y la del 27, se suceden y cohabitan en
el tiempo. La variedad de campos en los que trabajaban, la riqueza de las producciones y la gran creatividad exhibida por estos pensadores sorprendía en una ciudad que, pese a ser capital, no podía compararse en dimensiones con París o Londres. Era aquella una época de gran actividad cultural en la villa: había tertulias en todos los cafés, seminarios, conferencias, homenajes, mítines, exposiciones, publicación masiva de diarios y revistas...
Después del periodo de régimen militar instaurado por el general Primo de Rivera, el 14 de abril de 1931 se proclamó la II República, tras unas elecciones generales en las que el pueblo de Madrid y los pueblos colindantes dejaron bien patente su rechazo al retorno de la monarquía. La República declaró Madrid capital constitucional. Durante los años de la II República, Madrid, como otras grandes ciudades de la península, vivió momentos convulsos y situaciones difíciles, pero también de grandeza y emoción, así como de gran actividad cultural y transformaciones sociales. Todo eso dio un vuelco cuando militares partidarios de un gobierno autoritario se sublevaron contra el gobierno en julio de 1936. Sería el comienzo de la Guerra Civil que asolaría el país durante tres años. Madrid sufrió
duros bombardeos y el castigo de la artillería rebelde, y poblaciones como Getafe sufrieron algunos de los más duros enfrentamientos de la contienda. Castigada por el hambre, el desabastecimiento, las terribles privaciones por las que pasaba la población y las luchas internas entre diferentes facciones republicanas, Madrid cayó ante las tropas franquistas y con ella sucumbió la República.
DICTADURA
 La dictadura Al ganar la guerra los militares bajo el mando del general Francisco Franco, Madrid se convirtió en sede de nuevos proyectos arquitectónicos que intentaban levantar de nuevo la dolorida ciudad, mientras gran parte de la élite cultural marchó al exilio. En los años 40, en un entorno de hambre y miseria generalizados, Madrid se anexionó pueblos limítrofes y los convirtió en barrios: Chamartín, Carabanchel, Canillas, Hortaleza, Fuencarral, etc. Aumentó la población y también el territorio. La especulación urbanística crecía sin control alguno, y nacieron barrios nuevos sin equipamientos ni transporte. Llegaron los años 60, los del milagro económico a nivel internacional, y las poblaciones de Leganés, Alcorcón, Alcobendas, Fuenlabrada, Las Rozas, Coslada, Getafe, Majadahonda, Móstoles, Parla, Alcalá de Henares, Pozuelo de Alarcón y San Sebastián de los Reyes, las que conforman el cinturón provincial de Madrid, experimentaron un crecimiento demográfico espectacular con la llegada de inmigrantes de toda la península en busca de trabajo. La mayoría eran pueblos que nacieron en época musulmana o visigoda, que vivieron a la sombra de Madrid excepto en momentos puntuales, cuyas poblaciones no sobrepasaban los 3.000 habitantes y que ahora se transformaban en importantes ciudades que con el tiempo ganarían personalidad propia.

PERIODO DEMOCRÁTICO
En 1975, con la muerte de Franco se da por acabada una dictadura de casi 40 años y en 1976 se
convocan las primeras elecciones generales tras el franquismo. Los alcaldes de los municipios madrileños tenían una dura tarea por realizar, pero también se encontraron con un territorio que contaba con un alto porcentaje de población joven y trabajadora con ganas de cambios. Mientras tanto, ya se estaba conformando el nuevo Estado de las Autonomías. La hasta entonces Castilla La Nueva y ahora nueva comunidad autónoma de Castilla-La Mancha ya había expresado su
temor a que las especiales circunstancias de Madrid crearan de nuevo un desequilibrio económico en el resto de provincias. Así pues, el 1 de marzo de 1983, se aprobó el Estatuto de Autonomía de la Comunidad de Madrid, conformada por una sola provincia. La Comunidad se compone de 179 términos municipales, pero a diferencia de otras comunidades las comarcas carecen de auténtica relevancia administrativa y se limitan a diferenciar turísticamente ocho grandes áreas, al margen de la metropolitana. Los poderes en la Comunidad los ejerce la Asamblea de Madrid (el órgano legislativo), el Consejo de Gobierno (órgano ejecutivo) y la Presidencia de la Comunidad. Su bandera es de color rojo y contiene siete estrellas de cinco puntas, y su capital es Madrid. Hoy la Comunidad de Madrid puede presumir de tener tres lugares Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO:
 San Lorenzo de El Escorial, la Universidad y el recinto histórico de Alcalá de Henares, y el paisaje cultural de Aranjuez.
 Y si la capital concentra una colección de pintura sin parangón en el resto del Estado, el resto del territorio destaca por su arquitectura renacentista, barroca y neoclásica; por el gran número de fortalezas, castillos y atalayas que se conservan, demostrando el papel decisivo que tuvo la zona durante la Reconquista; por su rica variedad de ecosistemas y por ser una zona de gran crecimiento económico, diversificando la economía entre los sectores terciarios e industrial. No en vano es, actualmente, la Comunidad Autónoma con la mayor renta per capita.

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